Cuentos




LA VENDEDORA DE FÓSFOROS.





Era víspera de Navidad y en el pueblo, todo el mundo transitaba con prisa sobre la nieve para refugiarse al calor de sus hogares. Sólo una pequeña niña, vendedora de fósforos, no tenía dónde ir, y desde su pequeño rincón en la calle pregonaba incansable su modesta mercancía. La niña no podía volver a su casa porque su madrastra le había advertido que antes debía haber vendido todos los fósforos que quedaban en la caja.


Entumida de frío, la niña miró a través de la ventana iluminada de una casa y vio a unos pequeños niños jugando, junto a una chimenea, con sus nuevos juguetes de Navidad. Imaginó que sería maravilloso estar con esos niños, al calor de un hogar. Se divirtió al ver que los niños habían adornado con galletas de chocolate un abeto navideño.
 

De pronto llegó una helada brisa y la niña recordó que aun le quedaban fósforos por vender. En ese momento pasaba un señor de sombrero de copa y abrigo de chiporro. El hombre parecía tener prisa, pero la niña le preguntó:


-Perdone señor, ¿quiere usted fósforos?

-No, gracias. Hace mucho frío para sacar las manos de los bolsillos -respondió el hombre, y se marchó a toda prisa.

La niña vio al hombre marcharse y se sintió sóla. Se acurrucó junto a un farol esperando sentirse acompañada. Al rato pasó una señora que llevaba canasta, de la que salía un agradable aroma a pan caliente.


-Disculpe señora -preguntó la niña- ¿necesita usted fósforos?

-No niña, ¿que no ves que tengo prisa? Debo llevar el pan a casa antes que se enfríe.
-Perdone Ud., señora. -respondió apenada la niña.

La mujer se fué casi corriendo porque el frío era demasiado; el viento comenzó a soplar y la nieve era cada vez más intensa. El frío metal del farol no parecía una gran compañía y la pequeña vendedora se refugió en el portal de la casa más cercana. Se acurrucó bajo el alero de la puerta y como aun sentía mucho frío, sacó un fósforo de la caja.
 -No creo que mi madrastra se enfade si enciendo sólo uno para calentarme las manos -se dijo.
 

La niña encendió el fósforo y de pronto, a través de la luz le pareció ver un bello árbol de Navidad que resplandecía en llamativos colores. Estaba asombrada viendo esa aparición cuando el fósforo se apagó. 




 Al cabo de un minuto quizo ver de nuevo el árbol, no estaba segura si lo que había visto era real, de modo que tomó otro fósforo y lo encendió.
 

 Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana. Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas.





Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared.
Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.
Esta vez la llama era más grande y a través de la luz vió una figura blanca que se acercaba... era su abuela, quién había muerto hace muy poco y a quién tanto echaba de menos.

-¡Abuelita, abuelita... llévame contigo, que aquí me estoy muriendo de frío! -gritó la pequeña, sollozando de felicidad, mientras se abrazaba con su abuelita.


 

Ya no sentía frío, sinó un calor agradable. El calor del amor maternal. Su abuela la tomó en brazos y se llevó junto con el resplandor del último fósforo que caía sobre la fría nieve. A la mañana siguiente las gentes del pueblo descubrieron, junto a la entrada de una casa, el pequeño cuerpecito de la vendedora de fósforos que yacía helada, acurrucada en la nieve


 



 LA RATITA PRESUMIDA



Erase una vez, una ratita que era muy presumida.
Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el suelo encontró algo que brillaba era... una moneda de oro


                                                
La ratita la recogió  la monedita del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la moneda que había encontrado
                                  
                                  




“Ya sé, me compraré caramelos... ¡uy! no, me dolerán los dientes. Pues me comprare pasteles... no, me dolerá la barriguita. Ya sé, me compraré un lacito para mi rabito.”.La ratita se fue tan deprisa como pudo al mercado, para comprar al tendero la mejor cinta.







Al día siguiente cuando la ratita presumida se levantó se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su casa. Pronto se corrió la voz entre todos los animales de lo guapa y bonita que estaba la ratita y todos se acercaron a la casa de la ratita para pedirle que se quedara con ella.Cuando de repente pasa un perro y le pregunta a la bonita ratita:


                              


-Ratita, ratita, guapa¿Te quieres casar conmigo?
Y la ratita le respondió: ¿Y por la noche que ruido harás?
-¡Guau, guau, guau! dijo el perro
-la ratita asutada le contestó: No, no que me asustarás.
Y el perro se marcho ladrando de rabia.



Todavía se veía al perro por el camino cuando llegó un gallo muy emplumado que al ver tan bonita a la ratita le preguntó: ij

                                 


o: 


-Ratita, ratita pero que rebonita estás, ¿Te quieres casar conmigo?. 
-¿Y por la noche qué harás? le preguntó la ratita 
-Quiquiriquí, Quiquiriquí. 
-No, no que me asustarás. 
Y el gallo fue a buscar una gallina.



A los dos minutos pasó por allí un gato y al ver a la ratita se acercó y le dijo:




- Ratita, ratita, pero que rebonita estás, ¿Te quieres casar conmigo?. 
-¿Y por la noche que harás? preguntó la ratita. 
-¡ Miau, miau! 
-No, no que me asustarás. 
Y el gato se alejó maullando.
Una hora más tarde pasó por allí un ratón y al ver a la ratita 

le dijo: 
-Ratita, ratita, pero que guapa estás ¿Te quieres casar conmigo?. 
-Y la ratita le preguntó ¿Y por la noche que harás? 
-Dormir y callar, dormir y callar. 
-Pues contigo me he de casar.











Y la ratita presumida se casó con el ratón y vivieron felices y comieron perdices.




¡Y COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO!



FIN






BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS





En un lugar muy lejano vivía una hermosa princesa que se llamaba Blancanieves.




Vivía en un castillo con su madrastra, una mujer muy mala y vanidosa, que lo único que quería era ser la mujer más hermosa del reino. Todos los días preguntaba a su espejo mágico quién era la más bella del reino, al que el espejo contestaba: - Tú eres la más hermosa de todas las mujeres, reina mía.





El tiempo fue pasando hasta que un día el espejo mágico contestó que la más bella del reino era Blancanieves. La reina, llena de furia y de rabia, ordenó a un cazador que llevase a Blancanieves al bosque y que la matara. Y como prueba traería su corazón en un cofre.







El cazador llevó a Blancanieves al bosque pero cuando allí llegaron él sintió lástima de la joven y le aconsejó que se marchara para muy lejos del castillo, llevando en el cofre el corazón de un jabalí.


                    





Blancanieves, al verse sola, sintió mucho miedo porque tuvo que pasar la noche andando por la oscuridad del bosque. Al amanecer, descubrió una preciosa casita. Entró sin pensarlo dos veces. Los muebles y objetos de la casita eran pequeñísimos. Había siete platitos en la mesa, siete vasitos, y siete camitas en la alcoba, dónde Blancanieves, después de juntarlas, se acostó quedando profundamente dormida durante todo el día.Al atardecer, llegaron los dueños de la casa. Eran siete enanitos que trabajaban en unas minas. Se quedaron admirados al descubrir a Blancanieves.











Ella les contó toda su triste historia y los enanitos la abrazaron y suplicaron a la niña que se quedase con ellos. Blancanieves aceptó y se quedó a vivir con ellos. Eran felices.












Mientras tanto, en el castillo, la reina se puso otra vez muy furiosa al descubrir, a través de su espejo mágico, que Blancanieves todavía vivía y que aún era la más bella del reino. Furiosa y vengativa, la cruel madrastra se disfrazó de una inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque.




                           





Allí, cuando Blancanieves estaba sola, la malvada se acercó y haciéndose pasar por buena ofreció a la niña una manzana envenenada.











Cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada, para felicidad de la reina mala.









Por la tarde, cuando los enanitos volvieron del trabajo, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, y creyeron que estaba muerta. Tristes, los enanitos construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudiesen despedirse de Blancanieves.










Unos días después, apareció por allí un príncipe a lomos de un caballo. Y nada más contemplar a Blancanieves, quedó prendado de ella. Al despedirse besándola en la mejilla, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina.














Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina del palacio, y desde entonces
todos pudieron vivir felices. ¡ Y COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO!












FIN







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